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26 ago 2010

Mis palabras y mis cosas- Muestra de Lisa Giménez



Mañana viernes 27 de Agosto a las 18 hs. se realizará el cierre de la muestra de Lisa Giménez, "Mis palabras y mis cosas" en la galería Bisagra Arte Contemporáneo (Bonpland 1565. Aprovechen quienes no pudieron ir aun!!!

Un poco de prensa....

Por Roger Colom

Mis palabras y mis cosas
En Bisagra hasta el 28 de agosto

Suele ocurrir que las metáforas de los filósofos me sorprenden, me atraen más que las de los poetas. Hace muchos años, leyendo en Derrida, encontré una que se ha convertido en una especie de fantasma en el fondo de mi memoria. Existe un sistema mnemónico según el cual uno debe erigir un palacio en su mente e ir poniendo cada cosa a recordar en una de las habitaciones. Hay una habitación en el fondo de mi palacio habitada por ese fantasma.
Volví a ese lugar la segunda vez que fui a ver “Mis palabras y mis cosas”, la última muestra de Lisa Giménez en Bisagra. La exposición es aparentemente sencilla, hasta que uno se empieza a preguntar el por qué de esto o aquello. De hecho, parece no ser gran cosa: hay una foto de una estantería, en tamaño real, repleta de objetos; una foto cenital de una maleta, también en tamaño real y llena de objetos; una foto larga, puesta sobre caballetes, horizontal, en la que aparecen más objetos de la vida de Lisa Giménez, con etiquetas como de museo, en las que cuenta por qué cada cosa tiene su valor, con la fecha y el lugar que corresponde a cada una. Y hay más que iré contando en este artículo.

En “Différance”, el seminal artículo que aparece en Márgenes de la filosofía, Derrida explica ese neologismo suyo. Cuando escribe sobre esa especie de mudez de la a en différance, que suena igual que si fuera la e francesa en différence, dice: “La a de différance, por tanto, no se oye: permanece silenciosa, secreta y discreta como una tumba…” En otras palabras, igual que una tumba, esta es una presencia que señala una ausencia. No me voy a meter más en esta cuestión: para no molestar y para decir lo que quiero decir sobre el trabajo de Lisa.

Los objetos en la estantería pertenecieron todos al padre de Lisa, lo sé porque me lo dijo, así que se puede decir que tengo información privilegiada (mi trabajo es compartirla con ustedes). Ella considera que esos objetos la ligan con su padre, que murió, de diversas maneras, algunas más personales, otras más relacionadas con el arte. Junto a la foto de la estantería hay otra serie de fotos de los objetos que llenan los estantes, pero esta vez individualizados. En cada una se ve la silueta del objeto, en blanco sobre blanco. Esta especie de fantasmas fotográficos fue lo que me hizo volver a aquella habitación mi memoria, habitada por fantasmas. La silueta de cada objeto no sólo apunta al objeto, sino que señala una ausencia. La de la utilidad del objeto, la de quien lo usó. Estas obras son bellas, casi abstractas, casi frías, hasta que uno se da cuenta de lo que dicen. Del trabajo de estar con alguien que ya no está. Ese trabajo puede ser triste o no, pero si uno ha vivido unos cuantos años, sabe que hay que hacerlo. Y ya no se trata de fantasmas, sino de cómo vivimos con las huellas que otros han dejado en el mundo y en nosotros mismos.

La obra de Lisa Giménez es alegre, se abre a la vista, fascina en cuanto uno empieza a echarle una mirada un poco más que casual. Y fascina no por lo que muestra, muchas veces objetos de uso diario, sino por lo que tiene de anunciar que ahí se ha vivido y que se sigue viviendo con eso. La mesa de museo (una sola foto larga con diversos objetos de la vida de Lisa, todos a tamaño real, como si estuvieran realmente ahí, no estándolo) es también una presencia que apunta a una ausencia. Esta sola foto podría servir a un filósofo para producir una teoría del museo que abarcara todo lo que ya se ha escrito y además nos pusiera en la situación de aprender a vivir en el tiempo, con el paso del tiempo y todo lo que en ese sentido se interpreta como devastador: la vejez, la enfermedad, la muerte.


No puedo evitar pensar que mis palabras son demasiado ligeras, puestas aquí para hablar de la obra de Lisa, una obra ligera y a la vez profunda, que flota y llega hasta el fondo simultáneamente. No me cabe duda, es de lo mejor que he visto en toda la temporada.

En el fondo hay un video en el que aparece un living… Esperen, me detengo un momento en esto: la palabra de uso común en Argentina, living, viene de living room, la habitación donde se vive, o se vive más. En la casa donde yo crecí, había una sala, que era más para las visitas, y un cuarto de estar. Es la parte de la casa donde más se está. Y quizá donde más se es, se existe. Bueno, pues en el video (cámara fija), el living está lleno de cosas que poco a poco, casi sin que se note, sin aspavientos, van desapareciendo. Hasta que el cuarto queda completamente vacío. Luego la secuencia vuelve al principio. De nuevo, ese juego de presencia y ausencia, esa pregunta sobre el tiempo, ahora vertida en el espacio, sobre cómo hay que vivir, qué hay que vivir.

Y todo esto sin escándalo. Sin abusar del sentimentalismo. Sin tragedia, entendida en el sentido popular. Pero sí con tragedia, en el sentido de lo inevitable, que es lo que siempre queremos negar, como si fuéramos inmortales y siempre jóvenes. Esta es una muestra callada, sutil, llena de una fuerza que corre por debajo de la superficie. Desde que la vi, Lisa Giménez es una de las artistas que me he anotado para seguir.

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