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10 oct 2012

Alfredo Prior: 77 días en la casa flotante. En Vasari.



Límites de la sensación
Poner el acento en lo pictórico y hacer decididamente una muestra de pintura, vuelve a decir lo que siempre dijo Prior: “La pintura es pensamiento y eso es lo que yo trato de señalar una vez más. Es pensamiento en el momento de concebirla, en el momento de hacerla y en el momento en que el espectador se detiene a contemplarla. Creo sinceramente que la pintura es, de todos los lenguajes, el más complejo. ”
Esta fuerza que él llama pensamiento o energía de pensamiento, se liga al procedimiento de sus cuadros: “El soporte, la superficie, tienen importancia en todo como generadores de imágenes. Incluso la relación con la abstracción se da también en la manera como trabajo los fondos… sean tela, discos, papel o cartón corrugado.”
Sabemos que Prior es el gran pintor que un día llegó a pensar que lo “representaba” más la palabra “color” que su propio nombre Prior. También sabemos que su pasión por la abstracción a través de la búsqueda de una inteligencia del color, lo ha transformado muchas veces en un pintor abstracto.
También sabemos que los abstractos son a menudo grandes pintores. Pero como supone Gilles Deleuze, no aplican a la pintura un código que le fuera exterior, sino que elaboran un código estrictamente pictórico. Ahora bien, ¿qué es un código pictórico sino una ensambladura o trabazón analógica de tablillas coloreadas? ¿Qué, sino aquello que ponderaba Séneca como los mordientes en las maderas de las naves “caudicarias”? ¿Un sueño concreto que trabaja con rompecabezas en mesas microscópicas de ajedrez? ¿Algo que prepara el pensamiento para la pintura que es el arte analógico por excelencia?
¿Acaso Prior no pertenece a esa tribu de pintores que en vez de oponerse a la analogía la toman por objeto (la pintura puede volverse música) y pasa por un código en vez de un diagrama y se transforma en “un estatuto que roza lo imposible”?
Aprendimos, sin embargo, que la analogía encuentra su ley y “razón” en el tratamiento de los colores. Y a eso apunta Prior. Con eso lucha todavía. Aparece un osito por ahí, ¿perdido?, sí, que puede romper las líneas del código, pero todo se resuelve en una especie de alegría final. O en una exclamación como la de la otra tarde en la inauguración de la muestra de Cambre, cuando Prior me dijo casi gritando: ¿qué sería de la pintura si no existiera el color?
Arturo Carrera,
septiembre 2012.


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