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28 jun 2013

Antes del anochecer

Al principio, al ver Antes del Anochecer, uno se deja llevar por la extraña sensación de haber sido engañado. Rememorando las dos anteriores películas de la trilogía, uno no se cree esa historia de amor que, hoy por hoy, parecen estar viviendo Jessee y Celine. Atrás quedó la pasión del encuentro furtivo en un tren de Antes del Amanecer, y también la amargura de reencontrarse 10 años después con las vidas a medio fracasar de Antes del Atardecer.  Jessee y Celine son felices en unas vacaciones por el Peloponeso, tienen una bella familia y charlan con  sus amigos sobre la próxima novela de Jessee. Beben buen vino, comen, fuman y  cuentan su historia de amor a terceros. Hablan de Shakespeare, se burlan de las frívolas seguidoras de los escritores y parecen felices.

Caminan, claro, y mantienen largas charlas en esas caminatas (sin duda, el fuerte de la trilogía) y de vez en cuando asoman algunos esbozos de amargura, de que algo no cerró de la manera que querían, pero sin embargo está bien asi. Jessee sufre por la lejanía con su hijo de un matrimonio anterior, por no poder desarrollarse como padre con un hijo que vive a miles de kilómetros de distancia. Y entonces se nos revela que lo que parece un chiste sobre las frívolas seguidoras de los escritores, en realidad es una escena de celos, y que la decisión de ir de viaje al Peloponeso no fue una decisión compartida.

 Sin embargo, no es una película descreída del amor, por el contrario, es bastante realista de la manera en que el paso del tiempo, de manera casi desesperante, estruja al amor logrando sacar lo mejor pero en dosis pequeñas. Algo de esto ya fue tratado en dos obras maestras de las películas de amor respecto del tiempo como son Viaggio in Italia (Rosselini, 1954) en donde vemos a la desesperada Ingrid Bergman recorrer los carnavales de Italia tratando de desenmascarar qué es aquello que la mantiene tan alejada de su marido y Brief Encounter (David Lean, 1945) en donde la opresión por mantener un matrimonio no deseado del todo, logra que una mujer desahogue sus penas con un médico y conciban una historia de amor imposible. La diferencia es que realmente estas dos películas nos dejan con un amargo sabor sobre el amor a largo plazo, y en Antes de la Medianoche el tono de la película evita ser dramático para soltar con gracia algunos de los chistes que al mismo tiempo son pases de factura de la pareja. Con mucha elegancia, Linklater logra, igual que ya lo había hecho con Waking Life (2001) una excelente reflexión sobre el paso del tiempo, la vida y el amor sin volverse pedante y señalando que no hay nada que enseñar en términos amorosos, sino más bien descansar, observar y caminar.



Lucía Luna  






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