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26 jun 2013

Marta Minujin en galería 11x7



Marta Minujín: Laberinto Minujinda, 1985

Dicen que la verdadera legitimación de las obras las realiza el tiempo. Se convierten en clásicos cuando es tan intensa la carga de sentido que puede reactualizarse en cada momento a lo largo de la historia. Minujín fue pionera del arte de acción y el situacionismo, tanto en sus Environments (Ambientaciones) como en los Happenings (Sucesos) y en el Arte de los Medios. Y es notable como todas esas manifestaciones efímeras hoy son parte de la vanguardia del arte contemporáneo, que bajo la denominación de “estética relacional”(1) conciben al espectador como parte activa de la obra, con la que establecen una relación vivencial. Desde su performance radical en “La Destrucción” (París, 1963), Minujín diseña sus trabajos a partir del eje conceptual de la unión de arte y vida, continuando el camino abruptamente interrumpido con la prematura muerte de Alberto Greco. Desde entonces, sus trabajos tienen como objetivo trascender lo objetual del fetiche estético para ser un hecho que se inserte en lo social ampliando la consciencia del espectador, empujándolo a atravesar zonas que lo deshabitúen de su mundo cotidiano. Al escándalo anarquista que propiciaban los dadaístas, Minujín le agrega el aspecto lúdico y el componente erótico (“La pieza del amor”, 1962; “Eróticos en technicolor”, 1964; “La Galería Blanda”,1973) y el colorido estridente de la psicodelia pop. Posteriormente emprende sus recorridos- ambientaciones como en “La Menesunda” y “El Batacazo” (1965) donde el público atravesaba diferentes zonas y situaciones.
En “Laberinto Minujinda” (1985), amplía el recorrido a una escala arquitectónica en el emplazamiento del Centro Cultural Recoleta. Una vez más el arte es un activador de vivencias inesperadas pero en este caso profundiza su actividad con los medios masivos de comunicación (“Simultaneidad en Simultaneidad", 1966) para elaborar un recorrido con situaciones creadas por la tecnología. Computadoras, sonidos, proyecciones, aromas y espejos son elementos que el espectador manipula en un laberinto al que accede decidiendo su ingreso por el camino de la inteligencia o por el de la belleza. Un comentario irónico de la artista sobre el debate entre la reflexión del arte conceptual y el aspecto sensible de la pintura, que Minujín resuelve metafóricamente uniendo en un trayecto ambos caminos. De aquella instalación tan efímera como tantos sucesos de la artista, hoy presentamos los paneles que sobrevivieron la inmaterialidad del resto de la obra. Son parte de una de las salas en las que Minujín invita al espectador a trascender la mirada del cuadro como soporte de un relato para envolverse en un ambiente que genera la creación plástica con la abstracción de los componentes de la creación pictórica: colores, círculos, rayas, puntos, triángulos, círculos y espirales.
El entusiasmo de la hiperconectividad tecnológica termina hoy siendo una trampa en la que todos estamos inmersos, fatigados por la recarga informativa de mensajes vacíos. Una vez más Marta Minujín imaginó una profecía que hoy cobra un nuevo sentido. Como el Minotauro de Borges en “La casa de Asterión”, somos los habitantes de un laberinto, perdidos en la eterna soledad de la condición humana.
Laura Batkis

(1)“Estética relacional”, Nicolás Bourriaud, Ed. Adriana Hidalgo, Bs.As, 2006

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